Aunque el Gran Noroeste sigue teniendo sus riesgos (se te puede comer un oso y tal), la plácida vida urbana en ciudades pequeñas se lo pone difícil a los nativos con espíritu aventurero, que para compensar van y se parten la crisma haciendo alguna tontería como parapente sin paracaídas, o escalada libre borrachos, o algo así. Pero son los menos. En general, aquí, entre la paranoia por si estás pensando en hacer alguna maldad, y las aceras bajitas, sólo se lesiona quien quiere o quien realmente tiene el cerebro convertido en yogur.
Pero yogur desnatado, y he ahí la trampa. A base de machaque mediático, la gente ha desarrollado una especie de paranoia preventiva que a veces resulta divertida de ver. Si quieres amenazar a alguien, no puedes decirle qué hueso elegirás fracturarle, porque se te lleva la poli, así que hay que elegir maneras más creativas de dar susto a la gente con las incertidumbres de la vida. No sé… Puedes amenazarles con colarte un día en su casa y cambiarles la leche desnatada por leche entera. O fumar cerca de ellos, sin tragarte el humo. O hacerles ir en bici sin casco. O decirle a un niño que -terrible, esto- ha suspendido un examen. O no desearle a alguien una «safe holiday» (mi maldad me espanta). Miles y miles de maneras de convertir la vida de alguien en una sucesión de horrores, sin duda. Quitar los carteles de «por favor use el pasamanos». O las etiquetas de seguridad de, digamos, las planchas («No usar con la ropa puesta»). Ya puestos a ser crueles, incluso se pueden eliminar los pretzles fat free de los supermercados y dejar sólo la variedad grasienta, y hale, ¡todos a sufrir el horroroso peligro de una mayor probabilidad de sufrir afecciones cardíacas! Que alguien me detenga, me doy miedo a mí misma…
Sí: todos los avisos son reales, por supuesto. Y no, no bromeo tanto como parece. Todo esto viene porque Stephanie, hoy, estaba mohína porque no había podido comprarse una Cocacola light, y yo le sugerí que comprara una normal. «¡No!» dijo ella, horrorizada, «¡Tiene azúcar!» (otro producto espantosamente peligroso, que no sólo provoca caries y engorda, sino que es adictivo y causa extraños ataques de hiperactividad equivalentes a un viaje de droga).
Como no supe qué decir en su momento, pues lo digo ahora, aunque sea arriesgado.