(Los aracnofóbicos querrán saltarse esta entrada, sobre todo los enlaces. Creedme. Yo no soy aracnofóbica y tras escribirla me pica todo…)

Anoche una araña negra, robusta e imprudente se dejó ver estando yo en el sofá.
Las arañas no me importan en exceso. Las encuentro fascinantes en abstracto, y a algunas, directamente hermosísimas en directo. Y aunque no me importa convivir con ellas, trazo la línea en la cercanía y en la robustez del bicho. Personalmente las prefiero en exteriores. Una Pholcus phalangoides dándose un garbeo elástico y aturullado por la ventana, bien. Una araña de jardín común y corriente, fabuloso, sobre todo si me deja ver cómo teje su tela. Una araña lobo, cazando, es divertida de ver, y su técnica es impresionante. Una Eresus niger es un gozo visual y un encanto de bicho. Pero un bicharraco negro y patudo con pinta de hacer culturismo, paseándose por la pared a pocos centímetros de mi cara, no. Ahí yo ya me levanto y voy a por el Raid con flema británica, o al menos aparentando flema británica. Y eso hice.
Siempre me paso con el Raid; el potingue es tan poderoso que con una rociadita de nada el rociado va al cielo de los artrópodos. Y yo soy consciente de ello, pero siempre le arreo al pobre bicho unos diluvios que a veces creo que se mueren más bien porque resbalan en el charco de líquido y se parten la crisma. Anoche no fue una excepción; el araño, que parecía Popeye tras ventilarse las espinacas, se echó a correr con esa velocidad inquietante propia de los bichos patudos, pero le cayó la catarata igual, dos veces.
Y mientras estaba yo llevando el pitorro del Raid al otro lado de la mesa para rematar la faena con ovación y vuelta al ruedo, perdí de vista a la araña un momento, y… desapareció.
Bien; a estas alturas del folletín la araña era ya un cadáver ambulante. Pero aun así, tal acto Houdinesco me dejó un poco mosca, valga la metáfora entomológica. Antropomorfizando como una loca (mis facultades lógicas sufren por la noche, y más después de una escaramuza de guerra química con el primo octopatudo de Godzilla), me imaginé al bicho agazapado en las sombras, agonizante pero destilando odio y venganza por cada pelo, esperando que mi mano imprudente hurgara en su rincón para hundir en ella sus colmillos de aguja e inyectar un veneno especial y terrorífico que había estado preparando justamente por si se daba este caso (los derechos del comic ya se los llevó Stan Lee, así que mi fantasía en este punto adquiría tintes de película de la Hammer con mucho ketchup y finales llenos de muertos y zombies).
Esta especie de araña, de paso, se llama Tegenaria atrica, o al menos es prima de una (hay varias especies muy parecidas entre sí). No es agresiva ni especialmente venenosa, pero la paranoia es la paranoia, qué os voy a decir.
Pasaron dos minutos, con ellos pasó el momento de adrenalina, y me olvidé de la araña. Estaba muerta, al fin y al cabo, y los cadáveres de araña me dan igual. Y la vida siguió su curso habitual y excitante. Pero la cosa no acabó aquí.
Esta tarde, al volver a casa, he encontrado a la araña, muerta, meciéndose suavemente en un trapecio de seda a ras de techo. Esto me ha dado que pensar. Evidentemente el Raid no es tan poderoso como creía, o la araña estaba especialmente cachas. Pero ¿qué extraña compulsión habrá impulsado al bicho a trepar dos metros y pico de pared y a ponerse a tejer una tela, o al menos los inicios de una, en los estertores de la agonía? (Ya sé, ya sé, sigo antropomorfizando, pero es que vuelve a ser de noche). Yo creía que buscaría un rincón oscuro y allí cascaría sin molestar, esperando el equivalente arácnido del coche fúnebre, es decir, la escoba. Pero no: se recorrió todo el salón, trepó por la pared, se lió a tejer, y finalmente le dio el jamacuco supremo, plegó las ocho patas contra el torso, y murió así, agarrotada y basculante, como un malo de opereta, en una especie de último acto teatral y acusador, montando la escena macabra del último acto en un estilo que Poe hubiera envidiado.
(Y no vuelvo a poneros referencias visuales de arañas en los enlaces. Google es demasiado bueno, qué exceso de patas. Agggh, siento que me corren por todo el cuerpo…)