Los polvorones de Estepa. Ah, los polvorones de Estepa, ¡esos polvorones de Estepa…! ¿Qué se puede decir de los polvorones de Estepa, que vuelven todos los años por estas fechas (tan señaladas) a alegrar el marco (incomparable) de la mesa familiar? Eso me pregunto yo, a ver, ¿qué se puede decir…?

Se puede decir que los polvorones son unos dulces navideños y que se componen de azúcar, harina, manteca, canela y anís. Se puede. Pero eso sería como describir Las Meninas enumerando el tipo y cantidad de pigmentos que la componen. No. Los polvorones de Estepa son… algo más.

Son plutonio. Son uranio enriquecido con tropezones de plomo. Son la sustancia más peligrosa conocida por el hombre con la excepción de… No, con ninguna excepción. Son pura dinamita, un arma terrible que de no estar restringida a estos días terminaría con la civilización tal y como la conocemos. La ingesta de estos productos deja a la víctima en estado catatónico en el sofá, en el que tiene que dejarse caer por aumentar su densidad a la de una estrella de neutrones en pocos minutos. Todas las funciones vitales quedan bajo mínimos durante horas, especialmente las cerebrales.

Y además son peligrosos: el proceso de masticación convierte a un polvorón en una masa hermética y densa como el cemento, que indefectiblemente se amolda al hueco dejado por la tráquea y te asfixia, adhiriéndose a las paredes de las vías respiratorias con la tenacidad del pegamento epoxi y la indestructibilidad del diamante. No he visto sellante más eficaz. Me extraña mucho que no usen polvorones semimasticados para cerrar las juntas de la Estación Espacial Internacional: mano de santo, seguro.

Ah, los polvorones de Estepa… No hay nada igual. Si te los encuentras… huye. Huye mucho.