Llueve. Me he pasado la noche soñando que formaba parte de la primera expedición tripulada a Ganimedes. Como era un sueño, Ganimedes estaba lleno de torrentes de ríos secos, hierbas, y conejos. Recuerdo que recogía las semillas de una planta de cosa de un metro de alto con flores amarillas en espiga. Las semillas medían poco más de un milímetro cada una, y eran como pequeñísimas nueces. Las metíamos en tarros de mermelada que embalábamos en cajas de cartón. Todo muy tecnología punta, ya me entienden. Al regreso había un banquete de bienvenida en un hotel. Con cava del barato.

A mí no me pregunten, es cosa del cerebro y lo que hace cuando dormimos. Mi amigo Pablo está hasta arriba de estos sueños raros, así que pensé que por una vez podría fastidiar a más gente.

Ahora llueve más. Huele un poco a madera mojada y otro poco a minerales. Y ahora ha dejado de llover.