Nos han pillado los flecos de la tormenta que ha dejado Portland hecho una foto en blanco y negro, y se ha notado un montón. Es la primera vez que la nieve aguanta tanto tiempo en el suelo desde que llegué a Corvallis. La gente sale poco y con precauciones. Yo resbalo con donaire por las aceras y me fijo mucho, porque para mí la nieve es aún algo un poco exótico. Los sonidos de este nuevo mundo helado me fascinan, desde el rico crujido grave del hielo que se forma sobre los charcos hasta el schluirp schluirp que hacen los zapatos al pisar esa mezcla de agua, nieve y barro que en inglés recibe el perfecto, delicioso y onomatopéyico nombre de slush.
No apetece salir, no apetece recibir en el cogote un montón pegajoso de nieve desprendida de un árbol, ni andar esquivando zonas de nieve apelmazada y traidora. Apetece el calorcito de casa y una taza llena de algo caliente que acunar entre los dedos.
Como el mundo a través de mi ventana es gris, blanco y negro, con variaciones en pardo, he decidido darnos a todos una alegría y actualizar, por fin, la sección de Pinturas. No hay de qué. A mí también me encanta ese cuadro. Y no, no es Corvallis.
Aparte de este inusitado despliegue de energía, el frío me tiene el metabolismo un poco a bajas revoluciones. Pero ya se me pasará, ya…
Ah, sí… ¡Feliz 2004!