(Cuento-homenaje a la Golden Age de la ciencia ficción)
Los motores de pulso cuántico susurraban apenas por encima del umbral de percepción cuando Xeneniixes se dirigió a su reunión. La nodrinave, en estado de baja demanda, surcaba el espacio con la facilidad de un haz de neutrinos.
— ¿Augusta? —el tentativo olfatoque encontró una oleada de volátiles de bienvenida. Xeneniixes atravesó suavemente la interfase.
—¿Y bien, Xeneniixes?
—Creemos que lo hemos conseguido, Augusta.
La Augusta no reaccionó. Xeneniixes creyó detectar en ella una neblina de anticipación, pero su reacción fue cauta.
—No es la primera vez que oigo esas palabras, Xeneniixes.
—Lo sé, Augusta, pero… —una oleada muy densa de irritación le detuvo en seco.
—Sesenta sexenios de ciclos —dijo—, las mejores neuroconfiguraciones de toda nuestra especie, todo hasta ahora en vano. Hemos intentando impactos de meteoritos, contactos cercanos, hemos estudiado de cerca su especie dominante y algunas de las especies relacionadas. Hemos desfigurado sus cultivos, enviado agentes encubiertos o no, hemos probado a usar algunas de sus formas de vida contra la especie dominante. Nada ha funcionado. Todos estos ciclos buscando un hogar y resulta estar habitado, qué digo, sojuzgado por esa… esa plaga bípeda, reseca y repugnante. ¿Cómo crees, Xeneniixes, haber conseguido lo que toda nuestra especie lleva todo este tiempo intentando? No recuerdo haber autorizado recursos para ninguna nueva incursión.
—No, Augusta, pero hemos realizado seguimiento de proyectos anteriores y bueno… uno de ellos parece estar dando resultados esperanzadores.
Un pulso de esperanza brotó de la Augusta, eclipsado inmediatamente por una densa emanación de cautela. Esperó. Xeneniixes hizo un esfuerzo por atemperar sus instintivos volátiles defensivos.
—Se trata del retro-virus.
—¿Cuál de ellos? Intentamos algunas modificaciones de sus retrovirus nativos, diseminados a través de vectores de otras especies del planeta. Recuerdo uno que casi funcionó, pero encontraron una manera de atajarlo, malditos sean.
—No, Augusta, quiero decir el retro-virus. Lo llamamos así por sus efectos, similares a los virus que afectan a los bípedos y porque se transmite de manera parecida, pero en realidad es un organismo priónico.
La Augusta exhaló una nube dispersa de confusión.
—Verá, fue un proyecto de hace algunos sexenios ya. Para los bípedos han pasado unas décadas desde que lo liberamos. Al principio pensamos que no estaba haciendo nada y lo abandonamos en favor de una nueva incursión con agentes infiltrados, pero… Creemos estar viendo efectos.
—¿Epidemias? —preguntó la Augusta, esperanzada.
—No como tal. El retro-virus no funciona así. Está basado, como todos nuestros ataques, en algunos organismos nativos que provocan cambios neuroconfiguracionales. Cosas en general muy poco sofisticadas como puede imaginar. Instrucciones sencillas como «ve a un sitio alto», «busca la luz».
—Prosigue.
—Realizamos una modificación del organismo responsable de los cambios neuroconfiguracionales y lo probamos con algunos bípedos de los que extraemos para estudio periódicamente. Nunca se detuvo el programa, como bien sabe. Se trata de una modificación del comportamiento muy sencilla y aparentemente inocua: el sujeto infectado empieza a pensar que todo era mejor en una época de su pasado. ¿Recuerda que hemos estudiado su civilización? ¿Recuerda que hace relativamente pocos sexenios eran muchos menos y su tecnología no estaba ni mucho menos tan avanzada como la actual?
—Claro que lo recuerdo —replicó la Augusta con una nube aldehídica de amargura—. Si hubiéramos llegado entonces, si hubiéramos descubierto el planeta solo un poco antes, ya estaríamos iniciando la segunda fase de la colonización.
—Precisamente. Bien, el retro-virus causa una distorsión tanto en la percepción de los beneficios de la tecnología actual como en el recuerdo de épocas pasadas, haciendo que siempre parezca que el pasado era mejor.
—Si no recuerdo mal eso era un rasgo característico de la especie. Nostalgia. Un concepto extraño.
—Efectivamente, Augusta. Por eso lo llamamos «retro» y por eso creíamos que el retro-virus no funcionaba, porque era un concepto ya establecido. Pero parece haber mutado y ha provocado que esta nostalgia se centre en temas muy específicos.
—Xeneniixes, tu equipo trabaja duro pero no siempre consigue transmitirlo con claridad, o al menos yo no consigo entenderlo con rapidez. Explícate.
No pudo evitar una vaharada de satisfacción.
—Augusta, el retro-virus está provocando que la población vire voluntariamente hacia patrones sanitarios y nutricionales pre-tecnológicos.
Durante un largo, largo instante Xeneniixes no percibió respuesta alguna. Pero la Augusta no estaba en su crucial puesto por azar: pronto le alcanzaron confusas oleadas de neurovolátiles activos.
—Quieres indicarme… ¿que están rechazando los mismos avances tecnológicos que han posibilitado su desarrollo actual?
—Así es. El retro-virus se transmite biológicamente, de bípedo a bípedo, por contacto, pero el cambio neuroconfiguracional también facilita tremendamente la dispersión memética, que es mucho más rápida y eficaz. De momento no es pandémico, Augusta, pero estamos viendo islotes demográficos donde los efectos ya son muy positivos.
—¿En qué sentido?
—Bueno, su biosfera contiene numerosos organismos deletéreos contra los que han conseguido defenderse, pero el retrovirus está generando desconfianza en sus propios mecanismos de defensa. Lo que ellos llaman «vacunas», por ejemplo, para amenazas víricas. O técnicas de higienización, que ellos llaman «seguridad alimentaria». Recuerde que consumen y metabolizan otra materia orgánica.
—Lo recuerdo —la Augusta emitió una breve y reconcentrada nube de repulsión.
—Esta materia contiene muchas veces otros organismos que pueden ser dañinos para los bípedos. Tienen tecnologías físicas y químicas que les permiten protegerse, pero el retro-virus está provocando que exageren los efectos secundarios de las protecciones y minimicen los riesgos de los organismos dañinos.
A medida que las implicaciones se abrían paso por la neuroconfiguración de la Augusta el ambiente se iba llenando de una densa mezcla de volátiles compuesta por excitación, esperanza y la peculiar traza de recompensa emocional al comprender un problema complejo. A pesar del cono de convección para mantener privado el intercambio, una auxiliar cercana empezó a mover los pedipalpos, intrigada por la compleja mezcla de emanaciones que empezaba a escapar de los límites del sistema de recirculación de la nodrinave.
—¿Sabes lo que eso significa, Xeneniixes? —era una pregunta claramente retórica y Xeneniixes no contestó, plenamente consciente de que no se esperaba una respuesta. La Augusta calmó sus volátiles con un esfuerzo titánico.
—Si realmente el retro-virus funciona, si estos son los primeros indicios de sus efectos…
—Podemos esperar efectos a mayor escala a medida que la dispersión memética se popularice. ¡Augusta, ni siquiera hemos usado objetivos específicos! ¡Los bípedos dirigentes son una víctima más, no un vector, se limitan a responder al retro-virus!
La Augusta dejó pasar con generosidad la interrupción de Xeneniixes.
—¿Hay posibilidades de que emerjan bípedos resistentes al retro-virus?
—Es pronto para decirlo, pero incluso aunque así fuera la dispersión memética está superando con mucho a la infección priónica, Augusta. El efecto nostálgico del retro-virus está mostrándose superior incluso al instinto de cría de los bípedos, como podemos ver con sus «vacunas».
—En estudios de su civilización ya pudimos ver que habían pasado por épocas similares, Xeneniixes.
—Nunca por una en la que ellos mismos convirtieran en peligros reales amenazas para las que ya tienen una solución, Augusta —Xeneniixes apenas podía contener su entusiasmo—. Hasta este momento, ante cualquier amenaza, habían luchado por encontrar una solución y la aplicaban al encontrarla. ¡Ahora están rechazando la solución! Sus tratamientos para enfermedades teratogénicas, sus barreras contra organismos infecciosos… Todo está en riesgo sin más que un pequeño empujón a su tendencia natural a la nostalgia irracional.
La Augusta guardó un momento de olfatocalma y puso los aireadores a tope, limpiando el cono de conversación de los restos de su último intercambio.
—Creo… creo que esta vez puede funcionar, Xeneniixes. Por fin. ¿Cuánto tiempo crees que podrá pasar hasta que podamos iniciar la fase uno de la colonización?
—Si las cosas siguen como hasta ahora, Augusta, dos o tres de sus generaciones. Unos seis hexasexenios.
—Seis hexasexenios… Gracias, Xeneniixes. Te convocaré pronto para una reunión del Consejo, donde discutiremos en detalle la evolución del plan. Serás recompensada.
Xeneniixes indicó aquiescencia y alegría en una suave nube y se retiró. La Augusta se deslizó sobre el blando y bien lubricado suelo de la nodrinave hasta una de las láminas espectrales y contempló el baile de radiaciones sobre el que navegaban. Casi fuera del alcance de la lámina podía ver el objetivo hacia el que la nodrinave se había estado dirigiendo todos estos sexenios: el pequeño planeta azul de extraña atmósfera llena de condensaciones, el destino con el que todos soñaban a bordo.
La Augusta se sabía vieja. No sabía si llegaría a ver el destino final de la nodrinave. Pero ahora, por primera vez, podía creer en que habría un final para su largo viaje.
La nodrinave surcaba el acoiris de radiaciones hacia el planeta que sus habitantes llamaban «Tierra». La Augusta se rodeó de una suave exhalación de placentera anticipación.
—Bien hecho, criaturas —susurró al pequeño planeta y a los detestables bípedos sarmentosos que lo saturaban—. Bien hecho. Seguid así.
Inspirado por #StopPseudociencias
Bravísima! ??????
Detecto cierto sabor a Isaac Asimov, a cuentos morales como «El día de los cazadores» o «Asnos estúpidos». Muy bueno.
Muy Golden-Age y, por cierto, muy Asimov… como te han dicho antes ¡¡Bravo!!
¡Genial! Ya lo hacías antes, pero ahora mismo me caes muy bien tú. Sí, tú, Daurmith.
Aún estoy flipando con el tema del sistema de olores alienígena. Bravo!!!