Situaos, plis: joven reportera llenando como puede minutos de noticias televisadas que requieren el justo nivel de sencillez para una audiencia cada vez más abotargada. Se habla en este caso de la sequía, pero no en plan tremebundo, sino de las consecuencias que tiene para el ocio de los ciudadanos. En las playas de (creo que era) Cataluña, a causa de los cortes de agua, se ha dado la orden de cerrar las duchas. Con lo cual, dice la reportera con tono chispeante, no habrá manera de librarse de «la molestosa arena de los pies».
Y yo que escuchaba con una oreja hasta ese momento, erguí ambas inmediatamente.
La molestosa arena de los pies.
Cosas del directo, pensé después. Mucho, mucho después, cuando se me pasó el susto. La chica estaría seguramente nerviosa, o se le olvidaría lo que tenía pensado decir, o se le trabaría la lengua y mezclaría dos palabras, ¿quizá molesta con, um… engorrosa? ¿Asquerosa? ¿Arenosa? Yo qué sé. Pregúntenle a ella. Pero la molestosa arena de los pies es apenas un eslabón en una larga, larga cadena de atentados al idioma (muchos de los cuales no son por despiste) con que nos regala la prensa escrita, hablada y televisada todos los días del año. El puesto décimocatorce es una de las últimas. Decir que Mendel descubrió la doble hélice es otra, gramaticalmente correcta pero tan zopenca en su concepto que cuesta creer que fuera dicha, pero fuélo. ¿Son estos defectillos de forma el agua blanca que delata los arrecifes de los defectazos del fondo? Una quiere pensar que no. Pero se encuentra pensando que sí. Y el que esté libre de gazapos que tire la primera hache, pero francamente, verlo en profesionales de la palabra resulta, como mínimo, pelín deprimente.
P.D. Había un gazapo en esta erntrada. Pero lo he encontrado antes de publicarla, lo cual nos ha robado una oportunidad de pasarlo bien y disfrutar de la ironía. Así que, en esta postdata, os dejo otro. De nada.