Ayer fuimos a Portland a ver una exposición sobre impresionistas. Estaba a rebosar, y como había que hacer una hora de cola, renunciamos y nos fuimos al OMSI, el museo de la ciencia de Portland, a guisa de consolación. Hice unas cuantas animaciones fotograma a fotograma, me extasié ante una enorme pitón que nos miraba con lo que parecía curiosidad, practiqué un poco como mujer del tiempo ante la pantalla verde, y en general me lo pasé pipa.
Luego nos fuimos a cenar y, siguiendo con el día aventurero, fuimos a un pequeño pero acogedor restaurante japonés. Mis acompañantes ya se conocían el menú casi de memoria, pero para mí era la primera vez en que me enfrentaría al temido [/sushi/]: el pescado crudo japonés, considerado por muchos como una delicadeza, pero que provoca muecas de asquito y ruiditos de «bleeeeuuugh» en la mayoría de los occidentales.
Yo, como soy valiente, pedí un bol con un muestrario de [/sushi/]. Si no por otra cosa, me encantaban esos boles de cerámica azul y blanca, y los palillitos claros, y el té verde que vino en un precioso vaso de cerámica decorado con motivos caligráficos. Antes del [/sushi/] vino un coquetón cuenquito de madera con tapita lleno de sopa Miso, que estaba muy rica (y que quemaba como una condenada), con su cebollita verde y el huevo nadando en cintas de encaje. Y luego apareció el [/sushi/]. Y lo probé. Y me gustó.
La textura no es desagradable; varía según el tipo de pescado, pero no es viscosa; es tierna; un poco como el salmón ese que se sirve en las ensaladas. Había atún, que crudo es de un precioso color rojo caldera y que sabe muy bien. Había [/yellowtail/], que no sé lo que es, pero que venía en porciones de una carne blanquiiita con un extremo rojo, más consistentes que otros pescados. Había salmón, que sí que sabía un poco a pescado crudo, pero no más que la versión cocinada. Había sepia, que no me entusiasmó. Había pulpo, que estaba sorprendentemente rico, aunque un poco gomoso. Había una gamba, que estaba riquísima. Y un trocito de anguila, esta cocinada, que tenía el sabor fuerte y un tanto arisco de la anguila, pero que a mí, personalmente, me agrada. Todo esto estaba separado de un lecho de arroz por las hojas negras y brillantes, como de brea, de un alga, y adornado con una flor hecha de laminillas de gengibre (de la que me libré porque no me gusta el gengibre a saco, sabe a limpiador) y de una pastita verde que se llama [/horseradish/] y que pica como el infierno. El arroz en sí parecía llevar algún tipo de adobo cíctrico, como de limón, que combinaba estupendamente con el pescado. La verdad es que me lo comí a gusto.
El té verde era de ese un poco espumoso y ligeramente cremoso, muy bueno. Tan bueno, que de postre pedimos helado de té verde. Que también estaba rico.
Así que me zampé un bol de arroz con pescado crudo y me gustó y todo. Me siento de lo más cosmopolita. Tanto más porque los dos [/chefs/] del restaurante eran… mejicanos.
Yo odio el pescado y si empezamos así, malo.
Me llevaron a un japonés, ya es mala leche, probé el primer cacho de sushi y me sentí como el Homer Simpson ese, ¡pero que bueno estaba todo!
Eso si, los cocineros eran tailandeses, no mexicanos :-þ
Lo pinta usted fenomenal, de lo más impresionista. ¿A que no es tan fiero el león del sushi como lo pintan? Lo más curioso para mí es que el sabor del pescado crudo no tenga nada que ver con lo que con tanto terror esperábamos. Supongo que será porque al carecer de experiencia previa construimos mediante una compleja y paranoica representación mental una analogía gustativa del olor del pescado crudo (y eso sí que es duro).
Un apunte: el gengibre, que efectivamente sabe como a colonia, se emplea para limpiar la boca del sabor anterior al cambiar de plato y poder así apreciar las variaciones sutiles de sabor (especialmente si hay varias clases de sushi).
Sayonara.
¿Recuerda usted aquella comida que teníamos pendiente? Me gustaría renegociarla y ofrezco pagar a cambio los desperfectos que ocasione a mi tarjeta de crédito una visita a un modisto de los caros. ¡Hay que ver lo que come usted, querida!
Ya sabes. Lo proximo es ir a un resturante chino.
Pues a mi no me gustó lo del Sushi, aunque no se si mas por la calidad del cocinero que del plato, pero de algunas de las variedades mejor ni pienso (puaaajjj).
Pero me ha hecho gracia lo de la Pitón, da la impresión de que te había reconocido como una Slitherin ¿Por casualidad no hablarás Pársel?
Gurrg, la cosa verde. Canutas las pasé en Japón tratando de adivinar si aquella penetrante especia era comestible o si se trataba de la sosa cáustica con que los cocineros nipones desatascan el sumidero de las raspas de pescado.
bueno, eso de que le da asquito a los occidentales… ya hace tiempo que todo el mundo come en japoneses por aquí, hasta hay unos cuantos tele sushis, y bares en lavapies que lo tienen entre sus tapas, y en las ruedas de prensa con canapés…
y la última vez que comí en uno, pedimos que nos cambiaran los de sepia por cualquier otra cosa 🙂
La primera vez que probe el sushi fue el anio pasado, cuando estaba de intercambio en California. Llevaba 3 meses casi a dieta de comida mejicana, uno de cuyos componentes basicos es el guacamole. El guacamole es una pasta verde a base de aguacate y algunas especias. Curiosamente tiene exactamente el mismo aspecto que el horseradish ese…
Escenario de los hechos: Un hotel superlujoso de Las Vegas (creo que era el de los domadores gays esos…), en el bufete con los del equipo de rugby, frente a la barra del sushi. Le pido al camarero (con aire de senior Miyagi) 3 o 4 California Rolls (los mas asequibles para el novato) y un pegote de «eso verde». Nada mas darme el plato, tomo una buena cucharada y (chavales, no hagais esto en casa) me la meto en la boca. Inmediatamente empiezo a sentir una especie de picor, como la que sientes cuando se te mete agua de la piscina por la nariz. El picor, por llamarlo de alguna forma, me llega desde el estomago hasta las cejas (y no estoy exagerando). Empiezo a llorar y siento unas nauseas del demonio, ademas de no poder casi ni respirar por no dejar pasar eso mas adentro. Como estaba en un sitio piji, hice maravillas por no echarlo, pero me costo 10 delirantes minutos recuperarme, entre las risotadas de mis «amigos», que nunca me avisaron de mi imprudencia.
En flins, cuidado con eso, pero por lo demas, adelante, el sushi es un gran invento de la humanidad. Aunque parece sencillo, no he conseguido un buen sabor en los rollitos que yo preparo… Seguire probando.
Riviera, =:-OOOOOOOOOOOOO ¡Qué horror! ¡Eso no se lo deseo a nadie! Pero además, si el guacamole es más fluidito, ¿no? Aquí lo sirven así, más untuoso, para poder recogerlo con los chips de maíz esos…
Aprovecho para decir que en México tuve la oportunidad de cenar «japones» de un take away. Muy rico el sushi con aguacate, oiga 😀