Tenía ganas de ver Alatriste, yo. También tenía miedo.
Tenía ganas porque el trailer daba la impresión de una película visualmente hermosa, de ambientación excelente, con altos valores de producción (que dirían en Jólibud), actores buenos, y un más que apreciable ambiente épico.
Y tenía miedo porque el trailer daba la impresión de una película de las de mucho abarca y poco aprieta, excesiva en su planteamiento, desmesurada en cronología y subtramas, superficial en el trato de todo ello, más en plan catálogo de muestras que historia de verdad.
Y oye: qué trailer más sincero. Resulta que da una idea perfecta de la película.
Es una pena. Es una pena enorme. Porque Alatriste es una de esas películas buenas en su mayor parte, que se diluye en el pecado de un guión mal hecho, pésimamente hecho, sin estructura, atarambanado, que coge cinco libros pudiendo haber cogido dos, y quiere contar tanto que no cuenta nada. Viggo Mortensen es Alatriste, a pesar de que no ha logrado darle la voz necesaria; se le nota que no está en su idioma nativo, ni en su acento nativo, y lo paga con una voz tensa y acartonada, de labios rígidos, que a veces funciona de maravilla y otras veces daña su por otra parte soberbia actuación. Casi todos los actores lo bordan; casi todos, digo, porque parte del reparto, sobre todo del reparto femenino, transmite menos que una radio de plastilina. La escenografía es impresionante, magnífica, con un Madrid que te salta a la cara en toda su gloria pétrea e imperial, ya desconchada y manchada de meados, que tan bien transmiten las novelas. La música, muy buena en su mayor parte, complementa a la acción sin robarle protagonismo en ningún momento (aunque en la escena final, la música de procesión roza peligrosamente el sainete, y no lo alcanza porque el final es sobrecogedor). Juan Echanove se sale en su papel de Quevedo, a años luz del resto del reparto patrio, y prácticamente todos los compañeros de armas de Alatriste crean personajes perfectamente creíbles y llenos de matices.
El que haya momentos puntuales perfectos, a veces por actuación, a veces por diálogo (que no por guión, entendámonos), sin embargo, no salva el hecho de que la película falla por la base. Con un material excelente y eminentemente peliculero, han conseguido un revoltijo de escenas hilvanadas con telaraña, que intenta y no consigue una estructura épica. La narrativa está toda mal: escenas innecesarias innecesariamente alargadas, partes cruciales de la ¿trama? liquidadas con un fundido y un subtítulo, exceso de subtramas que hace que algunos personajes importantes no te importen un ardite (Malatesta, por ejemplo), y que personajes por los que deberías sentir algo queden relegados a recortables de cartulina sin interés alguno, de los cuales el caso más sangrante es Angélica de Alquézar, que ha perdido la cara de ángel, el corazón de diablo, y todo lo que la hace digna de mención.
La dirección no se salva; hay enormes fallos de ritmo que hacen que una película en la que no dejen de pasar cosas consiga hacerse tediosa durante toda la primera mitad. Hay decisiones de dirección desafortunadas; por ejemplo, Rocroi, que en lugar de una batalla parece un partido de fútbol; deberían haberse quedado con los planos cortos, que quedan muy bien, y no haber abierto el plano, porque entonces lo que aparece es un puñado de veteranos en un descampado, y unos cuarenta extras. Ocho horas de batalla, según nos indica el subtítulo, y unos doce o trece cadáveres esparcidos, o esa es la impresión que queda de una batalla que debió ser bastante más movidita. Queda pobre, queda disminuída, abarata el final, que por otra parte es muy bueno.
El trabajo de cámara no es todo lo bueno que debería ser: algunos desenfoques en primeros planos que no se pueden excusar por licencias artísticas, y algunos encuadres desviados, aunque la steady-cam, cuando se usa, cumple bien su trabajo. Y no sé si fue la copia del cine donde fui a verla, pero a veces la cámara sufría un tremendo tembleque muy irritante, sobre todo porque la escena que recuerdo en concreto era de Alatriste despertándose en su cuchitril, y no había excusas para un terremoto.
La escenografía de un par de escenas tampoco convencía, en concreto el asalto al barco (iluminado con una extraña torpeza monocroma que daba el aspecto de que los actores estaban en un hangar iluminado por luz fluorescente), y la escena en galeras, que no se la creía nadie, ni los actores. Bueno es que sólo hubiera esas dos, eso sí, porque el resto, visualmente, resultó una maravilla.
No puedo decir que no me gustara Alatriste; tiene bastantes cosas buenas en sus dos horas y medias como para no querer devolver los 6 euros de la entrada. Y, triste es reconocerlo, tampoco me decepcionó, porque esperaba (pero no quería) que me decepcionara, si se me entiende. Visualmente la película es una joya, un salto en el tiempo al Madrid de Felipe IV, a distancia por igual del maquillaje Disney y del feísmo excesivo. Y hay escenas que te ponen el corazón en un puño, sobre todo el magnífico final, la última escena entre Alatriste y María de Castro, y todas las peleas a espada, imaginativa y maravillosamente coreografiadas. Cualquier momento con Quevedo merece la pena, al igual que prácticamente todas las escenas con Viggo Mortensen; su silencio hace surgir a Alatriste como no lo hacen sus diálogos. Observen la sonrisa torcida de lobo, observen su gesto cuando chasquea la lengua y mueve la cabeza, diciéndolo todo sin decir nada. Y también un magnífico final de una escena por otra parte innecesaria: «Sebastián», dice Alatriste, con reproche. «Qué», dice Sebastián, desafiante, seco. Fundido en negro, porque ahí realmente sí que no hace falta más diálogo.
Quizá el problema fuera el exceso de material, y las ganas de contarlo todo de golpe, en lugar de elegir cuánto contar y cómo contarlo. Alatriste es un ejemplo excelente de los pecados del exceso. Lo querían todo, y se quedaron sin nada; es la ironía definitiva, teniendo en cuenta los libros en los que se basa la película.
Aragorn en la corte de Felipe IV. ¡Mola! Debo leer los libros aún…
P.D: A mí que no me quiten Cyrano de Bergerac…
Sí, más vale que te los leas. Porque Alatriste tiene poquito que ver con Aragorn ¿Eh? 😛
Nooo, ¡no me digaaas! ¿De verdaaaaad? 😀
Sí que es una pena sí. Porque sales del cine con un puñado de detalles geniales, con un sabor de boca tan bueno que te ves tentado a perdonarle a Alatriste el pecado mortal de la ausencia de historia. Estampas preciosas, puestas una tras otra como en un mural, pero sin hilo conductor, sin escenas de transición, sin conmiseración por el espectador que no ha tenido a bien consumir los libros. ¿Pero que me decís de esos momentos brillantes? Esos bodegones velazquinos, los planos Altriste desperezandose sólo en su habitación, de Castro ofreciendo su mano al Capitán…
Las localizaciones exteriores también molan varios mazos, por fín una peli española que puede no escatimar en ambientación, genial la corte del rey, con infantas y enanos y criados. Yo también me extrañé con esos primeros planos borrosos, aunque no percibí terremoto alguno durante la proyección. Los actores me parecieron algo más irregulares: geniales los compañeros de Tercios, correcto el Quevedo echanovesco, Adriana haciendo de actriz guapísima y muy convincente, Malatesta algo inferior a lo esperado (el guión tampoco le dejaba mucho margen),… por acabar de opinar, yo tenía un Altriste en mente más callado, más hermetico, menos accesible y sanginario. Pero el Alatriste de Mortensen es muy convincente. Y te hace disfrutar (más cuando calla). Y tiene oficio cruzando la espada y tirando de daga de misericordia por las calles de Madrid. Y aguantando junto a todo el tecio el chaparrón de la artillería, la carga de los mosqueteros y luego dándole a la infantería gabacha el doble de su propia razón de picas (el pelo como escarpias se te pone cuando se aproximan las formaciones de piqueros).
Total, qué aun no se si perdonar tamaño engendro de guión con tamaña producción deliciosa. Dudo cual bellaco. Porque gustar, gustó. Más de lo que se merecia.
PD: así te queremos, Daurmith, posteando a la velocidad de crucero de tres veces por semana.
Intento enmendarme, letrado, intento enmendarme.
Ciertamente, uno no sabe si dar a la película la bendición apostólica por las escenas de los piqueros, los lances de espada, o los momentos de silencio de Alatriste, o excomulgarla por el desastre de guión cinematográfico. Y así nos quedamos; viéndola por curiosidad, hablando de ella por morbo. En cierto modo, eso le irá bien a la taquilla, y con suerte servirá para que se hagan más producciones como esta. Peores se harán, sin duda. Mejores, esperémoslo, porque espacio para mejorar, haylo, y amplio.
¿Soy la única que se quedó despagadíiiiiiisima cuando apareció Quevedo y su primera frase NO fue «No queda sino batirse»?
«¿Soy la única que se quedó despagadíiiiiiisima cuando apareció Quevedo y su primera frase NO fue «No queda sino batirse»?»
Jajaja a mucha gente le ocurrió lo mismo, Daurmith. Lo mismo que echaron de menos el «tiru tara» de Malatesta.
Como ya le comenté al Sr. Lechero estoy de acuerdo contigo casi punto por punto.
Lástima de guión.
En cuanto a la ambientación, sobraban tantos planos cortos. Supongo que con el presupuesto les ha ocurrido lo mismo que con el guión. Al querer abarcar mucho les ha quedado corto.
Aun no la he visto (tirurí tatá) osea que no me la cuenten (tirurí tatá) o tendré que sacarls la lengua por debajo de la nuez (tirurí tatá)
Por fin la vi. Ciertamente lo de Rocroi parece de cachondeo. ¿Cuantos soldados hay en esa escena? ¿250? No me jodas.
Por lo demás, de acuerdo con todo lo que habeis dicho.