(Esto lo intenté enviar ayer o anteayer, ya ni me acuerdo, pero el Blogger ha sufrido un grave ataque de hipo)
Los ánimos están, obviamente, muy revueltos por todas partes desde este fin de semana. Aunque no se nota mucho en el día a día, o al menos yo no lo he notado mucho, las publicaciones locales no dan abasto con la necesidad de la gente de expresar lo que les pasa por la cabeza, o por lo que algunos tienen en su lugar. Un artículo en el periódico del campus, titulado «No estoy orgulloso de ser americano» ha provocado una auténtica avalancha de cartas al director más o menos airadas. Se ve que las sensibilidades andan a flor de piel. Por otro lado, que aquí la de cal y la de arena van de la manita, hace unos días leí que un ciudadano de Texas decidió que lo que le apetecía ese día era quemar una bandera americana en el patio de su casa. Un vecino vio el hecho y ni corto ni perezoso denunció al bandericida. Llevado al juicio, el juez decidió que el ciudadano estaba en su perfecto derecho de quemar cuantas banderas quisiera en la privacidad de su hogar. Aunque la Constitución de aquí no ve con buenos ojos este tipo de gestos, la legalidad o no de la quema de banderas depende de cada estado, y en Texas es perfectamente legal, pese a quien pese.

Mientras, el otoño se ha insinuado ya, con temperaturas bajas y una paleta de colores con la que las puestas de sol compiten en vano.