En la cola del cajero del banco. Ha pasado la hora punta, ya no hay demasiada gente; el ambiente es distendido, cortés, y hasta alegre. De los dos cajeros que atienden, uno está de muy buen humor y bromea con los clientes, habla de fútbol, tararea para sí. Su compañero, más serio, sonríe de vez en cuando ante sus ocurrencias.
Por una de esas, ambos quedan libres a la vez. Yo me acerco al cajero más serio, mientras que un caballero anciano, bajito y de pulcro bigote blanco, va hacia el cajero pizpireto. Mientras hago mis operaciones oigo el breve diálogo que sostienen.
-¿Para ingresar, caballero? -pregunta el cajero vivazmente. El hombre del bigote le entrega unos pocos billetes.
-Sí, cien euros.
-Cieen euros, muy bien, un momentito que ya estamooos… ya está, ya lo tiene -va retransmitiendo el cajero, y le alarga el comprobante con una sonrisa-. ¿Sólo quería eso?
-Sí.
-Muyyy bien, eso es lo que todos queremos, ¿eh? ¿Verdad? Salud, dinero y amor -canturrea el cajero, tamborileando suavecito en la mesa.
-Yo lo tengo todo -responde tranquilo y seguro el hombrecillo, con una sonrisa muy leve, muy secreta, que me alcanza de refilón al pasar. Y se va despacio tras ingresar sus cien euros, seguido por las miradas envidiosas de toda la clientela.
ayyyyy!!!!!
Me alcanza la envidia a mí también.
Vaya, si que bien, que puedo decir. A ese señor hay que buscarlo, el dinero es más facil, pero los otros dos y a esa edad…
Para que nos explique el método
Para que nos explique el método
De mayor quiero ser así.
Tal vez llegue una edad en la que uno se dé cuenta de que lo verdaderamente necesario es poco, menos de lo que parece.
Salió del banco y murió de viejo.
Ése sería un final feliz.