Que nada, que no: que están locos estos roman… americanos, que diga.
Ayer fui a Portland, al aeropuerto. Es nuevo y majete, tiene tiendas y cosas. ¿Adivináis los colores de moda de esta temporada? Rojo, blanco y azul. ¿Y los estampados? Barras y estrellas. No me lo invento. Lo he visto con estos dos ojitos míos que tengo en mi misma propia cabecilla, ay.
Por mi parte, yo compré otra Moleskine (en Corvallis ya no las hay, y nechechito muchas, muchas). Y luego, cotilleando las otras cositas que había, me encuentro un cuenco con unas a modo de fichas de teléfono de las de antes, o medallitas del Jesús del Gran Poder o algo, pero estas tenían palometas, o unas manos orantes, o no sé qué, y por el otro lado, una frase muy espiritual. Son «tokens». «Faith tokens», creo que se llamaban. ¿Para qué sirven? Para nada: para llevar en el bolsillo y manosear de vez en cuando, y, es un suponer, sentirse más fiel o más inspirado, o ambas cosas. Al lado había otro cuenquito con más fichas, estas más orgánicas, o sea, contrahechas, y con angelitos. Una señora las miraba con interés y comentaba «Esto es lo que sale en ese programa de la tele».
Y al otro lado, rechonchos corazones de multicolores piedras pulidas. No los había de piedra pómez. Pena.
¿Fecha? ¿Qué fecha? Ah, sí… Jueves, hoy es jueves.
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