¿Habéis tenido un día de esos en que todo sale torcido? Vaya pregunta tonta. Hoy no estoy sembrada. Véase:
Empezamos bien, con una variación de mi famoso acto «Echar Nesquick en el zumo de naranja», hoy convertido en «Echar leche en el bote de Nesquick». Y no es que quedara media cucharadita en el bote, no… Seguimos aún mejor: la calle olía a repollo hervido, con una niebla que se podía untar en pan. Llegamos (mi mala pata y yo) al laboratorio, y zas, no hay lab meeting (esto de hecho ha sido la única cosa buena del día). Nos ponemos (sigo acompañada de mi mala pata) a hacer cositas y a) de alguna manera extraña tiro al suelo todo lo que toco, b) todo lo que toco hoy es frágil, c) cuando no toco algo es porque algo ya se está rompiendo a mi alrededor, para qué repetir esfuerzos, y d) cuando consigo no romper algo tampoco sale el experimento.
Heroicamente decidida a despejarme, me encamino a la Beanery. El camarero es nuevo y no sabe preparar el espresso, que sabe a cartón carbonizado. Al echarle leche me falla el pulso y medio café acaba en el platillo. Me paso con el azúcar. Al mover la mesa para acercarla un poco más a la ventana, se derrama más café. Me lo bebo de todos modos: total, es cafeína. ¡Sale el sol! Estupendo, un paseo bajo la luz me animará. Salgo de la Beanery. Se pone a llover.
Vuelvo al laboratorio, total, no es que pueda romper muchas más cosas. Venga a entrar datos en hojas de cálculo. Pifio una porque confundo los nombres de las muestras. La repito. Las demás están bien, ¡milagro! Ley de Murphy, capítulo 666, versículo 13: no hay nada como decir «¡milagro!» para que de inmediato pase un anti-milagro. En este caso, en forma de una cagada metida de pata enorme en los factores de dilución de las muestras. A repetir. Qué tarde es, a comer a casa. Ya que estoy, quemo adrede la tortilla, no es cuestión de que las cosas salgan bien a estas alturas. No me queda leche (ni Nesquick). Me acerco al super antes de volver al lab, y voy corriendo a por la leche sin mirar a derecha ni izquierda, que tal cual llevo hoy el día, lo mismo hago explotar las latas de sopa. Consigo la leche (y el Nesquick). Pago. La tarjeta me da error. A la tercera lo consigo. Vuelvo al coche, pongo la radio para calmar los nervios. Alguien ha movido el dial de sitio (Murphy, o un primo, seguro): la voz gangosa de un pastor da instrucciones a un joven para cuando intenten meterle en la cabeza esa loca idea de la evolución. En este punto aprovecho un semáforo en rojo para darme unos cabezazos contra el volante y gritar un poco. Al sexto cabezazo el semáforo se pone en verde pero yo me doy cuenta al decimoprimero. Pitidos de los conductores, que en Corvallis son pacientes pero no tanto.
Vuelvo al lab, recuerdo que no tengo el artículo para el Journal Club de esta semana, voy a imprimirlo. Astutamente, primero miro que la impresora tenga papel. Tiene, pero añado más por si acaso, nunca se sabe, más vale curar que prevenir. Le doy a imprimir. A la segunda página se acaba el cartucho de tinta. Lo repongo (seguro que más de uno a estas alturas había pensado que no nos quedaban repuestos, ¿eh? Chincha, rabia). Imprimo el artículo. Lo leo por encima; no entiendo nada. Me lo llevo a mi mesa para leerlo con más calma; sigo sin entender nada. Decido preparar unas muestras para mañana. Las preparo. Como no pasa nada raro, me pongo muy nerviosa y creo que alguien se está quedando conmigo. Se ha ido todo el mundo menos el jefe. Me quedo un rato más, por vergüenza torera, leyendo el artículo. Leo diecisiete veces la misma frase y aún no la entiendo. Decido irme.
En casa veo que hay que lavar ropa. Me llevo la cesta a las lavadoras del sótano. La lavadora se traga mis setenta y cinco céntimos y no se pone en marcha. Tras otros setenta y cinco céntimos la convenzo para que lave. Mientras tanto veo una peli que, sorpresa, no está mal del todo. ¿Cenar? Quedan algunos rescoldos de tortilla, pero decido que mejor un sandwich de queso y dos manzanas. No, el queso no tiene nada vivo encima, ni había gusanos en las manzanas. Gafes, que sois unos gafes; no sé de dónde sacáis esas ideas…
Llevo lo menos dos horas sin que pase nada más, así que creo que puedo arriesgarme a irme a la cama. Ya os contaré mañana si pasa algo más, ya. Menudo día.