Hablando de cosas de poderes y no poderes, véase el siguiente escenario: alguien declara ser capaz de ver sin usar los ojos. Una niña, en este caso. De ser cierta, la cosa sería interesantísima, así que merece la pena estudiarla. Uno piensa que lo primero es asegurarse de que la niña no está, realmente, usando los ojos, ¿no? Claro que sí. Por mucho que pensemos (que lo pensamos) que es un truco (que lo es), por muchos prejuicios que tengamos (que los tenemos), lo que hay que hacer es no dejar que esos prejuicios interfieran en una investigación, hasta en una tan relativamente sencilla como esta.

Para acortar una historia larga, y dado que la niña en cuestión no puede «ver» cosas que estén en otra habitación o tras pantallas opacas, lo inmediato es usar una venda. Y una venda se usó: una venda que, a diferencia de la que la niña trajo consigo, no dejaba resquicio alguno por el que atisbar. Y la niña dejó de ver. La cosa es así de sencilla, y no sería necesario darle más vueltas. Pero cosas de estas son el tipo de cosas que acaban mareando la perdiz de tal manera en los mundillos paranormales, que una empieza a preguntarse si realmente el sentido común tiene sentido para algunas personas.