El caso es que el día ha empezado de una manera y ha seguido de otra muy diferente. Esta mañana, al ir hacia el laboratorio, la luz era metálica, como de latón, cubriéndolo todo con una pátina nacarada muy curiosa. Y cuando me he vuelto a asomar por la ventana, a mediodía, la luz había virado a un tono dorado muy limpio, muy directo, que parecía atravesar los objetos, dando al campus una nitidez imposible de diapositiva contra el cielo azul Prusia del otoño. Estaba todo muy bonito, para qué nos vamos a engañar.

Diría más cosas, pero la centrífuga ha terminado y me toca volver al curro.