El pronóstico decía «nublado». Se dejó lo de «cayendo un agua como para ahogar a las merluzas, salvando a su segura servidora». Ni Nordic walking ni secreciones lácteas: aletas es lo que hacía falta hoy para ir por el campus. Los que iban en bici más parecían escarabajos ineptos arrastrándose por el barro que gráciles deportistas emulando a Armstrong (el ciclista, no el astronauta). Todo se ve hoy envuelto en un aire lechoso, de lluvia pulverizada por las ráfagas de viento que no se deciden a elegir dirección y soplan desde todas partes, hasta de abajo a arriba, mojando todo lo que pillan en un alarde de tolerancia e igualitarismo que ya lo quisiéramos para nosotros.

Mientras, en el laboratorio, Jeff y Huixian hablan tranquilamente sobre el poder nuclear de China y políticas de agresión / no agresión. Menudo tema de conversación para un día que parece sacado de un cuento de Lovecraft, más o menos de la parte en la que el protagonista se entera de por qué todos los del pueblo tienen cara de batracios.

Y por el Quad han aparecido, como setas blanquinegras, carteles plastificados preguntando dónde estaba Dios el 11 de Septiembre. El asunto va a ser resuelto en el auditorio, no recuerdo cuándo, y todos los puntos de vista están invitados. Mi punto de vista y yo nos vamos a quedar en casita, me temo. Sé de sobra que el consenso va a ser que Dios también se va a librar de la responsabilidad esta vez. Y que conste en acta que tampoco hago responsables al Ratoncito Pérez, ni a Melchor, Gaspar ni Baltasar.