Cuando por fin conseguí entradas para ver la extinción de los elefantes, fui a enseñárselas a Pao para darle envidia. Pao no hace más que presumir de todas las extinciones que ha visto en directo: que si las jirafas, que si los caballos, que si los canguros, que si las golondrinas. En el trabajo estamos todos hartos, así que pensé que era hora de darle una lección.

—Ah, los elefantes —dijo Pao, fingiendo desinterés al ver las entradas—. No sé qué tal estará.

—Habrá treinta, todos juntos, de algunos circos que se quedaron en el área cuando empezaron las extinciones —dije con entusiasmo—. Pondrán pantallas gigantes para poder ver a la vez la emisión vía satélite de extinciones de elefantes en libertad.

—No son muchos, treinta —dijo Pao con suficiencia—. La extinción de los ñus sí que estuvo bien. Algunos aplastaron las cámaras al extinguirse, y además nos dieron un bono de una semana para poder ver las operaciones de los equipos de limpieza. Cuando quemaron los cadáveres no se veía el cielo por el humo, y eso que fue sólo una muestra de todos los que había.

—Pero no me negarás que treinta elefantes cayendo muertos a la vez tiene que ser digno de verse.

—No sé qué quieres que te diga. Más que el tamaño lo que cuenta es el interés del animal. Por ejemplo, los osos panda…

—Los osos panda ya habían desaparecido cuando empezaron las extinciones —dije triunfalmente, saboreando el haber cazado a Pao en una mentira. Con un poco de suerte, a partir de ahora presumiría menos.

—¿No podéis dejar el tema? —dijo Luz, levantándose y saliendo del cuarto en señal de protesta.

Luz nunca llevó bien lo de las extinciones, desde que empezaron hace cinco, no, seis años ya. Cómo pasa el tiempo. Luz se deprime mucho cuando alguien comenta lo que está pasando, y creo que ha dejado de ver la televisión y leer los periódicos por no enterarse. Se perdió la extinción de las golondrinas, que por mucho que Pao presuma vimos todos en directo porque, quieras que no, eso no puede pasar desapercibido: todas las golondrinas del mundo cayendo muertas a la vez, muchísimas de ellas en vuelo. Los equipos de limpieza realmente se portaron aquella vez; en apenas diez días no quedó ni rastro de los cadáveres.

Lo de los elefantes se estaba viendo venir desde hacía tiempo, por eso han podido preparar las cosas a conciencia. El caso es que nadie sabe cómo ni por qué, pero todos sabemos qué animal va a ser el siguiente en extinguirse. Al principio, cuando empezaron las extinciones, la gente empezó a hacer apuestas sobre cuál sería el siguiente, pero nunca fue negocio: casi todos ganaban, y si alguien apostaba por un perdedor era porque la especie que tocaba extinguirse les gustaba y no querían aceptar que iba a desaparecer. Lo hizo muchísima gente, por ejemplo cuando se extinguieron los perros.

A pesar de lo que la gente como Luz diga, no todo ha sido malo desde que empezaron las extinciones. No recuerdo que nadie, ni siquiera Luz, llorara cuando se extinguieron las ratas, o los mosquitos, y a decir verdad todos estamos conteniendo la respiración de ganas de que se extingan las cucarachas. Y también es cierto que las extinciones han aclarado algunas controversias científicas, como algunos límites confusos entre especies. Por ejemplo, cuando se extinguieron los perros, llamó mucho la atención que los chihuahas se salvaran; tampoco duraron tanto (les llegó el turno poco después) pero mientras tanto la gente estuvo comentándolo durante semanas. Ahora la gente tiende a comprarse periquitos como mascotas, porque empezamos todos a tener cierta sensación de que a los gatos no les queda tanto para que les llegue el turno.

Por otra parte, nos estamos perdiendo montones de extinciones. Los científicos nos han explicado que hay días en que se extinguen varias especies a la vez, animales y vegetales, y hasta bacterias. Lo que pasa es que nadie está interesado en los derechos de retransmisión de una planta. Quiero decir, ¿pagaríais por ver un montón de robles secarse a la vez? Yo desde luego no. Además el efecto tarda un poco en verse, con lo que es aún más aburrido. Y en cuanto a bacterias o a insectos, pues la verdad es que la gente no se entera, y es difícil montar un buen espectáculo con ellos. Los elefantes, por supuesto, son otra cosa.

La sensación general es que los elefantes serán la última extinción espectacular en meses. Tras ellos vienen especies menos interesantes: medusas, sardinas, cosas así, así que lo están preparando a lo grande. Mientras tanto, supongo que repondrán algunas de las mejores extinciones de los últimos meses, como la de los delfines (nadie sabe por qué muchísimos de ellos nadaron hacia las costas antes de extinguirse), o la de las mariposas monarca.

Personalmente, no me molesta esperar. Después de todo, incluso los cálculos más optimistas indican que dentro de un máximo de seis años se habrán extinguido todas las especies de seres vivos del planeta, así que no me importa que el ritmo de las retransmisiones se dosifique un poco. Así se mantiene mejor el interés.

La gran pregunta que queda es, evidentemente, qué pasará con nosotros. Y el hecho es que nadie tiene ni idea. Si nos toca extinguirnos, como a cualquier otra especie, esa extraña sensación que nos hace saber el orden de las extinciones nos ha dejado muy claro que nos tocará los últimos. Pero por otro lado, es perfectamente posible que nuestro turno no llegue jamás.

A veces intento imaginar ambas posibilidades. Quizá cuando ya no quede ninguna otra especie en el planeta tendremos la convicción de ahora nos toca a nosotros, y un día, plof, caeremos todos muertos. Ni siquiera nos pudriremos, porque tampoco quedarán bacterias, ni insectos, ni gusanos, ni nada. Sería un espectáculo curioso. Lo que me da rabia es que no quedará nadie para verlo.

Otros días, me imagino que seguiremos vivos en un planeta totalmente esterilizado, sin rastro alguno de vida más que la nuestra: todos los animales muertos, todas las plantas extinguidas, todos los bosques secos, todos los mares vacíos. Es evidente que no podremos durar, pero la pregunta surge, ¿cuánto tiempo aguantaremos así, solos? ¿Y cómo serán los últimos días?

Me pregunto si otros también imaginan estas posibilidades; no es un tema de conversación que surja a menudo. Por ejemplo, no sé cuál de las dos preferiría Luz.

No sé cuál de las dos preferiría yo.